Imperialismo tras la careta humanitaria

June 17, 2011

La mayor preocupación del gobierno estadounidense es la mantención su propio poder en el área, no la suerte del pueblo libio.

DESPUÉS DE casi tres meses de bombardeos sobre Libia, la careta de la "misión humanitaria" que EE.UU. y la OTAN han estado usando se ha caído--revelando la verdadera misión de los aliados occidentales: una guerra imperialista.

La resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada en marzo 17, autorizó "todas las medidas necesarias" contra el régimen del dictador Muammar el-Gadafi para prevenir "crímenes de lesa humanidad".

El régimen Gadafi, de hecho, salvajemente atacó a los manifestantes que, inspirados por la ola de levantamientos en todo el Medio Oriente, salieron a las calles para exigir democracia. Pero la intervención de las Naciones Unidas, supuestamente para establecer una "zona de exclusión aérea", rápida y predeciblemente se transformó en una abierta guerra para derrocar a Gadafi.

Pero en lugar de promover democracia y libertad para el pueblo libio, la guerra imperialista estrangulará sus esperanzas democráticas, pues íntimamente ligado al derrocamiento de Gadafi está el plan de la alianza occidental de poner en su lugar un régimen que sirva a sus intereses.

A Libyan home destroyed in the course of intensified bombing since the western "humanitarian" intervention began

Los crímenes de Gadafi durante sus años en el poder son repugnantes. Pero no podemos olvidar que no importa cuánta retórica "humanitaria", el gobierno americano sólo usa su maquinaria militar para proteger y ampliar sus propios intereses--y los de aquellos no alineados con la lucha por la democracia en el Medio Oriente y África del Norte.


LA CAMPAÑA aérea sobre Libia ha sido intensificada en las últimas semanas con regulares ataques sobre Trípoli, su capital. Así, en vez de prevenir los "crímenes de lesa humanidad," son las propias potencias occidentales quienes los están cometiendo.

En sólo un día, el 7 de junio, por ejemplo, la OTAN realizó 66 ataques aéreos, que de acuerdo con funcionarios del gobierno libio, dejaron cerca de 31 personas muertas--entre soldados, guardias y civiles. El número real de muertos es imposible de saber.

"El aumento en el número de ataques contra objetivos en Trípoli", reportó el diario británico The Guardian, "es un claro intento por poner fin al estancamiento militar y acelerar la caída de Gadafi. A casi cuatro meses de iniciado el conflicto, los rebeldes controlan gran parte del este libio, la ciudad costera de Misurata, y una serie de pueblos en las montañas del oeste, cerca de la frontera con Túnez. Pero los rebeldes... hacen un progreso muy lento hacia Trípoli, donde el régimen todavía tiene un fuerte control sobre la población".

Barack Obama, dijo hace unos meses que "ampliar nuestra misión militar para incluir un cambio de régimen sería un error". Pero ahora, "cambio de régimen" es la orden del día--de preferencia con un misil sobre la cabeza de Gadafi, para así silenciar cualquier embarazosa revelación acerca de la relación--a veces fría, amigable otras--entre el dictador y Occidente.

La administración Obama no se molestó en buscar la aprobación del Congreso para usar el poder militar estadounidense contra Gadafi, pero nadie se arrugó cuando funcionarios del gobierno dieron su apoyo pleno al anuncio de la OTAN, a comienzos de junio, de que continuaría sus operaciones en Libia por lo menos otros 90 días.

En el lado diplomático, el presidente sudafricano, Jacob Zuma, participó en conversaciones con Gadafi en una misión aprobada por la Unión Africana a finales de mayo. Zuma anunció que Gadafi aceptaría el llamado "mapa africano para la paz", que pide un inmediato alto al fuego--incluyendo el bombardeo de la OTAN–, supervisión internacional y negociaciones entre Trípoli y los rebeldes. Pero Gadafi no dijo nada después de la visita de Zuma.

Así mismo, Rusia, por mucho tiempo considerada un obstáculo a la intervención de Occidente contra de Gadafi, aparentemente está tomando un nuevo enfoque. A finales de mayo, el presidente ruso, Dmitri Medvedev, ofreció tratar de convencer Gadafi a dejar el poder.

Tal "diplomacia" está dirigida enviar un mensaje a la élite libia no en el círculo íntimo de Gadafi: cambia de bando mientras aún hay tiempo. Pero en lo más inmediato, cuando Gadafi rechazó estas propuestas, esto se convirtió en una justificación adicional para intensificar los bombardeos sobre Trípoli.

Hasta la fecha, la OTAN ha volado más de 10.000 incursiones en territorio libio--en algunos casos, más de 150 bombardeos en un solo día.

Más personeros de la élite libia han abandonado el barco. A finales de mayo, ocho oficiales de alto rango del ejército, entre ellos cinco generales, desertaron. Apareciendo en una conferencia de prensa orquestada por el gobierno italiano, el general Massud Melud Halasa dijo que las fuerzas militares de Gadafi son "sólo el 20 por ciento eficaz" de lo que eran antes de la revuelta, y que "no más de 10" generales siguen siendo leales a Gadafi.

Deseosa de ampliar las grietas del régimen, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció recientemente que los gobiernos occidentales han comprometido hasta US $1 mil millones en apoyo a la oposición libia--a pesar de que las sanciones de la ONU a Libia aún están vigentes.

Esta oposición--ungida por EE.UU. y sus aliados como la "legítima" representante del país--incluye al Consejo Nacional de Transición, un grupo con lazos a la CIA. Pero grupos como este no son representativos de las protestas democráticas que surgieron en febrero en las calles de Misurata y otras ciudades libias, y han sido elegidos por Occidente porque parecen más proclives a prestarse para servir sus intereses en el futuro--sean o no estos intereses los del pueblo libio.

Como el periodista Patrick Cockburn escribió en The Independent:

Libia se ha... alejado de las esperanzas democráticas de febrero. Una importante señal desde el inicio de junio fue la intervención de los helicópteros de ataque de la OTAN, convirtiendo a los rebeldes en una fuerza auxiliar de una campaña extranjera. El despliegue de las fuerzas rebeldes es ahora, en gran medida, decidido por la OTAN, sin cuyo poder aéreo las fuerzas locales anti-Gadafi hubieran sido derrotadas hace tiempo.

Muchos libios quieren que Gadafi se vaya, pero el Consejo Nacional de Transición en Bengasi puede que no tenga la legitimidad o el apoyo para sustituirlo. Es muy probable que Gadafi sea desplazado antes de que el año termine, pero esta será una victoria de la OTAN--no de una revolución popular.


ALGUNOS SE preguntarán, ¿por qué es esto importante? ¿No es acaso bueno que Gadafi sea derrocado, no importa cómo? Pero otra pregunta, también es importante responder, ¿Qué régimen--y en el interés de quién--reemplazará al de Gadafi?

La preocupación del gobierno de EE.UU. por los rebeldes libios no viene de su altruismo, sino de su deseo de desviar y frenar la ola de levantamientos que continúa inspirando a millones. La escala de la represión desatada por Gadafi contra de los rebeldes en Misurata y otras ciudades dio a EE.UU. y la OTAN esa oportunidad.

Durante la última década, Estados Unidos trató a Gadafi como un socio menor en la "guerra contra el terror", pero ahora parece más conveniente apoyar la sublevación en su contra--con el objetivo estratégico de establecer un régimen pro-occidental en una región que ha visto dos revoluciones en los primeros meses de este año.

Al escoger selectivamente qué facción rebelde apoyar--un gran número de ex funcionarios del régimen de Gadafi, entre ellos--Estados Unidos espera de asegurarse de que el gobierno que sustituya al dictador sea amistoso los intereses americanos.

Otro factor en la decisión de intervenir fue sin duda el creciente deterioro de las relaciones entre Gadafi y las empresas petroleras americanas. Como reportó el Washington Post, citando los documentos del Departamento de Estado de EE.UU. revelados por Wikileaks:

[Gadafi] demandó términos contractuales severos, y buscó grandes pagos de bonos por adelantado. Más aún, molesto porque no obtenía más respeto por parte del gobierno de EE.UU., y reconocimiento por sus previas concesiones, él presionó a las compañías petroleras para influir en la política estadounidense...

En noviembre del 2007, un cable del Departamento de Estado señalaba "una creciente evidencia de nacionalismo de los recursos libios". [El cable] decía que en su discurso del 2006, conmemorando la fundación de su régimen, Gadafi declaró: "Las petroleras están controladas por extranjeros que han hecho millones, los libios deben tener un lugar en beneficiarse de este dinero". Su hijo hizo comentarios similares en el 2007.

Sería un error decir que Estados Unidos fue a la guerra contra Libia sólo por el petróleo. Más bien, el punto es que Gadafi se convirtió en inaceptable para Occidente no por estar matando a su propia población o aplastando sus esperanzas democráticas, sino porque ya no era fiable para los intereses occidentales. Sólo cuando se hizo evidente que podría servir mejor sus objetivos imperiales mediante la eliminación de Gadafi que ignorando la matanza de civiles, EE.UU. optó por destituirlo.

Como Glenn Greenwald de Salon.com lo puso:

Estados Unidos no se opone en lo más mínimo cuando un líder oprime o incluso ataca su propio pueblo. EE.UU. adora a líderes que hacen cosas por el estilo. Sus mejores amigos en la región han y continúan haciendo exactamente eso--de Mubarak a la monarquía saudí, a Saleh de Yemen, por no mencionar el Shah de Irán, e incluso nuestro otrora buen amigo, Saddam...

Si Gadafi hubiera seguido siendo tan cumplidor como lo estaba siendo en el pasado, ¿alguien realmente cree que hubiéramos invadido su país, tratado de matarlo y reemplazarlo por otro régimen?

Esa es la verdad acerca de la guerra imperialista sobre Libia. A Estados Unidos no le importa la vida del pueblo libio, sino mantener su poder en una crucialmente importante parte del mundo.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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