Plan de empleos no trabajará
Obama ahora está hablando de crear puestos de trabajo, pero no podemos olvidar que durante todo el verano él hizo suyo el programa de austeridad republicano.
DESPUÉS DE meses en que los líderes políticos parecían obsesionados con reducir el déficit con drásticas medidas de austeridad, el discurso de Barack Obama ante el Congreso la semana pasada parece señalar que Washington finalmente reconoce la crisis de empleos que tiene a uno de cada seis estadounidenses en edad de trabajar buscando trabajo de jornada entera.
Esa es una largamente esperada buena noticia, si así se la puede llamar. Lo malo es que la propuesta "Ley del Empleos Americanos" de Obama está muy lejos de ser suficiente para resolver el problema.
La urgente necesidad de acción fue puesta de relieve una vez más esta semana, cuando la Oficina del Censo dio a conocer su informe anual mostrando que la pobreza engulló a casi uno de cada seis estadounidenses el año pasado--casi uno de cada cuatro niños--mientras un poco menos de 50 millones está sin seguro médico.
Pero la peor noticia es que el plan Obama–insuficiente como es--no tiene chance alguna de ser aprobado por el Congreso, especialmente en la Casa de Representantes controlada por los republicanos. Obama y todos los políticos en Washington saben esto muy bien.
Los demócratas y sus simpatizantes, incluyendo los que han sido críticos a las concesiones que la administración Obama ha hecho a la derecha, ya están culpando a los republicanos. El columnista del New York Times Paul Krugman, por ejemplo, celebró el retorno del "verdadero" Obama. La propuesta de trabajos, Krugman escribió, es "mucho más audaz y mejor de lo que yo esperaba... [C]lara y gratificantemente, [Obama] entiende qué tan desesperada la situación laboral es. Pero es probable que su plan no se convierta en ley, gracias a la oposición republicana".
Por supuesto Krugman tiene razón. Los fanáticos republicanos rechazarán incluso las medidas más modestas en las propuestas de Obama, bajo la excusa de que estas requerirán aumentar el déficit o los impuestos para ponerlas en práctica.
¿Pero por qué los republicanos tienen el poder de veto sobre cada cosa que sucede en Washington? Porque Barack Obama se los dio.
Durante el verano, en el debate sobre si elevar el techo de la deuda federal, el alarmismo por el déficit de Obama y los demócratas empató al de los republicanos, insistiendo en que el equilibrio del presupuesto era la prioridad más importante en Washington. El resultado fue un "compromiso" que requerirá recortes sin precedentes en el gasto de programas que benefician a la clase obrera, incluyendo el Seguro Social y el Medicare--y ni un solo centavo en aumento de impuestos.
Puede que ahora Obama esté llamando por un mayor gasto para ayudar a los desempleados, pero durante todo el verano él estuvo a bordo del vagón de los recortes presupuestarios. Él ofreció a medidas de austeridad que los republicanos sólo habían soñado. Así que cuando los republicanos ataquen el plan de trabajos de la Casa Blanca, sólo estarán usando argumentos legitimados y santificados por Barack Obama y el Partido Demócrata.
¿Y QUÉ hay de la propuesta misma? Si fuera promulgada, ¿haría una diferencia para los millones de trabajadores desempleados que hoy luchan por sobrevivir?
Gran parte de los $447 mil millones del plan de Obama viene en una forma que los republicanos normalmente prefieren--rebajas fiscales para las empresas, como incentivos para contratar a nuevos trabajadores.
Pero es dudoso que este tipo de incentivos vaya a funcionar. La mayoría de las corporaciones americanas han vuelto a ser rentables--y lo han hecho extrayendo más trabajo de menos empleados, y con menores salarios y beneficios. Tampoco fue un buen presagio, pocos días después del discurso de Obama, cuando el Banco de América--el que no ha pagado impuestos federales sobre sus ganancias en los últimos dos años--anunció que despedirá a 30.000 empleados.
El monto dedicado a las exenciones fiscales en el plan Obama hace enana la propuesta de mayor gasto para la reconstrucción de la infraestructura--carreteras, puentes y escuelas--mucho más eficaz para poner obreros desempleados a trabajar.
Durante su discurso, Obama prometió $30 mil millones para evitar más despidos de maestros y más de $30 mil millones para a renovar las instalaciones escolares, pidiendo a los republicanos que "[p]asen este proyecto de ley, y pongan a nuestros maestros en las aulas a las que pertenecen." De acuerdo con funcionarios de la administración, el plan podría salvar hasta 280.000 empleos para educadores.
La necesidad de mayor gasto en la educación es urgente--casi dos tercios de los distritos escolares esperan recortes presupuestarios de 5 por ciento o más para el otoño, de acuerdo con el Centro de Políticas de Educación.
Pero el recién descubierto cometido de la administración a un mayor gasto en la educación pública suena hueco tras la gira "De Regreso a Clases" del Secretario de Educación Arne Duncan, en el que no hizo campaña para el aumento de fondos, sino para acelerar la privatización de las escuelas, alargar el día escolar sin aumento salarial para el personal docente, y para su punitivo programa "Carrera a la Cima"--el que hace hincapié en el pago por mérito y las escuelas subsidiadas.
Del mismo modo, mientras el plan Obama llama por aumentar los impuestos a los ricos, es difícil tomar en serio después de que la administración cedió una y otra vez en este tema--como en diciembre pasado, cuando la Casa Blanca abandonó su promesa de dejar expirar los recortes fiscales de Bush para los super-ricos. En 10 años, el mantenimiento de estos recortes de impuestos para el 2 por ciento más rico costará $700 mil millones--mucho más de lo que Obama propone para crear puestos de trabajo.
De hecho, Obama tiene otras ideas acerca de dónde saldrá el dinero--reduciendo del gasto social. En su discurso, Obama llamó por "modestos ajustes a los programas de salud como Medicare y Medicaid"--los programas en los que los más vulnerables de la sociedad dependen.
Si quieres una idea de cómo Obama planea "poner América a trabajar otra vez", echa un vistazo al programa Georgia Trabaja, que sirvió de modelo para una de las propuestas de la Casa Blanca.
Georgia Trabaja permite a las empresas contratar a desempleados temporalmente--sin pago. El trabajador trabaja ocho semanas de 24 horas mientras continúa recibiendo desempleo, además de un estipendio de $240 del gobierno.
Es un gran negocio para las empresas--trabajadores temporales gratis. Pero no para los obreros, trabajando jornada parcial y haciendo frente a los gastos relacionados, como el transporte y cuidado de los niños, por sólo un pequeño estipendio encima de su beneficio por desempleo.
Además, no hay evidencia de que los programas realmente proporcionan el entrenamiento que los trabajadores necesitan para encontrar empleo. "Hemos revisado Georgia Trabaja. Parece más a trabajo que entrenamiento", dijo Andrew Stettner, subdirector del National Employment Law Project, al Atlanta Journal-Constitution. "Puedes probar a alguien y no pagarle. Esto no es permitido bajo las leyes laborales de nuestro país."
Durante su discurso, Obama usó un tema favorito en Washington hoy: China. Hizo un llamado a "halar juntos" en cara de la "competencia global" y declaró que quiere "ver más productos vendidos en todo el mundo estampados con tres palabras llenas de orgullo: Hecho en América".
Nacionalismo económico de este tipo es una probada táctica que los políticos usan durante una crisis. Obama está tratando de culpar China y Corea del Sur por el desempleo y los salarios de pobreza en EE.UU., cuando son las corporaciones americanas las que han empobrecido a la clase obrera en este país. Culpar a los trabajadores chinos o "comprar americano" no es una solución. Lo es la unión de los trabajadores para defender sus puestos de trabajo y demandar una mayor porción del pastel.
TIENE QUE haber otra solución a la crisis de empleos que la falsa esperanza de que Obama y los demócratas lucharán por los intereses de los trabajadores. Afortunadamente, hay señales inspiradoras de que más y más personas están llegando a esta conclusión.
Un nuevo espíritu de resistencia pudo verse en los piquetes de los trabajadores de Verizon el mes pasado, cuando se enfrentaron a una empresa altamente rentable exigiendo a sus trabajadores conceder unos 20.000 dólares al año a cada uno. La lucha en Verizon se ganó la solidaridad de obreros uniéndose a los piquetes del sindicato de Trabajadores de Comunicaciones de América, en tiendas de Verizon Wireless en toda la Costa Este.
Este mes, ese espíritu cruzó el país a Longview, Washington, donde miembros el Sindicato Internacional de Estibadores y Almacenes (ILWU, por sus siglas en inglés) luchan contra la apertura de una operación esquirol en el terminal de granos, bloqueando trenes, tirando al mar embarques de granos, y encarando a la policía cuando ellos atacan los piquetes. La lucha del ILWU está trayendo de vuelta las lecciones de la década de 1930, cuando los trabajadores asalariados lucharon por ganar sus derechos sindicales y mejores condiciones de trabajo.
Sólo la semana pasada, piquetes de huelga aparecieron en los hoteles Hyatt en Chicago, Honolulu, Los Angeles y San Francisco, fuera de las escuelas en Tacoma, Washington, y en la Universidad de Long Island en Nueva York--y eso es sólo una pequeña de muestra.
Luego están las luchas comunitarias que pueden surgir y ganar apoyo rápida e inesperadamente. Como en Brooklyn, donde 200 vecinos salieron a defender a una abuela de 82 años de edad que enfrentaba el desalojo--y ganaron.
Hace tres años, millones fueron inspirados por la campaña presidencial de Barack Obama esperanzados de que las cosas cambiarían si un demócrata se instalaba en la Oficina Oval. Pero tres años después, Obama y su administración han fracasado en ofrecer algo más que sólo palabrería contra la derecha--y la mayoría de las veces, ni siquiera eso.
La alternativa yace donde siempre ha estado--afuera de Washington, en todas las luchas, grandes y pequeñas, en defensa contra el asalto patronal sobre el nivel de vida de la clase obrera.
Traducido por Orlando Sepúlveda