Misión incumplida

October 28, 2011

La retirada de las fuerzas de EE.UU. de Irak prevista para finales de año dejará una sociedad destrozada--tras la conquista imperialista enmascarada como una liberación.

MÁS DE un millón de iraquíes muertos. Cerca de 5.000 efectivos militares estadounidenses muertos y unos 32.000 mutilados--física y/o psicológicamente. Unos 4 billones de dólares desperdiciados en guerra, en vez de haber sido utilizados para pagar por escuelas, la salud y para crear empleos.

Pero, esas asombrosas cifras ni siquiera empezar a capturar el horror de la guerra que EE.UU. desató contra Irak desde marzo del 2003. Y mientras finalmente desmonta la ocupación, Washington aún maniobra para mantener su papel dominante en el Medio Oriente, manteniendo Irak como un estado cliente y aumentando la presión sobre Irán.

El anunció de Obama de que todas las fuerzas americanas serán retiradas de Irak a finales de año no representa un abandono del objetivo imperialista estadounidense de dominar el Medio Oriente, sino su racionalización y reorganización.

Con la salvaje guerra en Afganistán encrudeciéndose--y con regulares ataques aéreos sobre Pakistán y Yemen y la intervención "humanitaria" en Libia--la administración Obama ha negado la política exterior que los votantes demócratas esperaban ver en el 2008. El movimiento contra la guerra en EE.UU. y a nivel internacional todavía tiene mucho trabajo por hacer.

U.S. soldier on patrol in the Jamia neighborhood in Baghdad

CUANDO LA invasión comenzó en el 2003, Irak tambaleaba bajo el peso de las sanciones económicas impuestas por la ONU después de la Guerra del Golfo de 1991. Estados Unidos había puesto en marcha su máquina de guerra para expulsar al ejército iraquí del vecino Kuwait, aprovechando la oportunidad para masacrar a una gran parte del ejército iraquí.

El severo régimen de sanciones sumergió en la pobreza y el hambre al que había sido el país más desarrollado en el mundo árabe. Confrontada con el hecho de que un estimado de medio millón de niños iraquíes había muerto en la década de 1990 como directo resultado de las sanciones, la Secretaria de Estado de Clinton, Madeleine Albright, declaró que "creemos que el precio vale la pena".

Pero una década después, de acuerdo a los neoconservadores halcones de George W. Bush y a los cómplices medios corporativos, Irak, de la mano de Saddam Hussein, seguía siendo la mayor amenaza para la seguridad de Estado Unidos. Tony Blair, entonces primer ministro británico, hizo la falsa afirmación de que Irak podía lanzar un ataque sobre Europa con armas de destrucción masiva "en 45 minutos".

El Secretario de Estado Colin Powell superó a Blair con un ridículo espectáculo en las Naciones Unidas en el que trató de demostrar que Irak tenía armas de destrucción masiva--una afirmación sustentada en los medios de comunicación por propagandistas sedientos de sangre, como Judith Miller del New York Times, pero que no tenía substancia alguna. Los críticos de la guerra que señalaron la obviedad del interés norteamericano por controlar el petróleo iraquí, en vez de en la paz y la democracia, fueron catalogados de ideólogos izquierdistas ciegos a los peligros del mundo moderno.

Sin embargo, al mismo tiempo que los neoconservadores pintaban a Saddam Hussein como capaz de matar a millones de personas con armas químicas o radiactivas, ellos prometían un "paseo por el parque" para las tropas de EE.UU. en Irak. El ex vicepresidente Dick Cheney incluso prometió que serían "recibidas con flores".

Pero por supuesto, EE.UU. enfrentó a una tenaz resistencia guerrillera, con artefactos explosivos improvisados, que causó muerte y lesiones traumáticas en una escala sin precedentes.

El ejército americano tiró su arsenal completo sobre la resistencia en Faluya en dos batallas que arrasaron la ciudad y convirtió lo que quedó de ella en una prisión a campo abierto. Las bajas civiles--"daños colaterales" en la jerga militar--se amontonó mientras las tropas estadounidenses crecientemente veían a cada varón de cierta edad como un insurgente en potencia.

Luego vino la sectaria guerra civil fomentada por Washington para tratar de organizar la política iraquí en líneas religiosas. La mayoría chiita, por mucho tiempo oprimida por la dictadura de Saddam Hussein, obtuvo el respaldo de EE.UU. para remover a la minoría sunita de áreas enteras de Bagdad. Una vez que la resistencia sunita fue debilitada, EE.UU. ofreció sobornos y protección a los políticos y combatientes guerrilleros suníes para unírsele en su lucha contra los grupos islamistas vinculados a Al Qaeda.

Este esfuerzo por comprar a la resistencia logró terminar la guerra civil, pero no logró la paz y la prosperidad de que Bush prometió a los iraquíes.

El partido islamista chiíta de Nuri al-Maliki ha reiteradamente resistido dar cumplimiento a un acuerdo negociado por Estados Unidos para incorporar elementos de la antigua resistencia sunita en las fuerzas armadas de Irak. La economía sigue estando por los suelos, con la industria petrolera generando el 95 ciento de los ingresos del país, pero sólo 1 por ciento del empleo. A pesar del gran aumento en los precios del petróleo en los últimos años, un 25 por ciento de los iraquíes vive bajo la línea de pobreza.

Como Joshua Foust del Atlantic reportó en agosto, las cifras económicas oficiales son muy sospechosas:

Las cifras de desempleo, por ejemplo, son básicamente fabricadas: El Banco Mundial, por ejemplo, informó que en el 2006 el desempleo de Irak era de un 18 por ciento y que no poseía datos para después del 2006, la ONU estimó que en abril del 2011 el desempleo había disminuido durante el mismo período entre el 28 al 15 por ciento, y Amnistía Internacional estimó en su informe del 2011 que el desempleo se mantuvo por encima del 50 por ciento. Y apenas el mes pasado, el Fondo de Población de las Naciones Unidas señaló que el extremadamente alto desempleo de la juventud de Irak estaba empujándoles a emigrar en récor.

A fin de garantizar un clima favorable para las grandes compañías petroleras y otros inversionistas, el gobierno de Maliki ha continuado la hostilidad de Saddam Hussein contra los sindicatos independientes. En su cateo del 2011, el Consejo Internacional de Sindicatos declaró que en Irak:

En enero, el personal del hotel más famoso de Bagdad se declaró en huelga exigiendo un bono de seguridad después de los múltiples ataques con morteros y la muerte de dos trabajadores. También en enero, el presidente del Sindicato Iraquí de Maestros en Basora fue encarcelado y el gobierno trató de interferir con las elecciones. La policía iraquí allanó y cerró las oficinas de los sindicatos de la electricidad.

En marzo, después de que los trabajadores petroleros protestaron por los bajos salarios y la condición de ilegalidad de su sindicato, los dirigentes sindicales fueron relegados, mientras que en junio, los trabajadores portuarios protestando la prohibición de los sindicatos portuarios en el sur de Basora, fueron rodeados por las tropas y sus líderes relegados. Los derechos sindicales son legalmente muy limitados.

Mientras que la guerra abierta ha cesado, Irak sigue siendo un lugar donde la muerte reina, con asesinatos y bombardeos rutinarios. En agosto, una campaña de atentados sincronizados contra musulmanes chiítas en 13 ciudades dejó al menos a 74 personas muertas e hirió a otras 250.

Incluso el Kurdistán iraquí, supuestamente un modelo para un Irak libre y democrático bajo protección de EE.UU., está dominado por matones y partidos políticos corruptos. Allí, la policía antimotines atacó una protesta pacífica pro-democracia en la primavera pasada, hiriendo a unas 100 personas.

El empuje por una mayor democracia en Irak ha ocurrido a pesar de la ocupación de EE.UU., no debido a ella. Cuando un movimiento de protesta se inició en febrero pasado, tras la estela de la revolución egipcia, ocurrió desafiando al gobierno de Maliki por su corrupción y la escasez de servicios básicos, como la electricidad.


ESO QUEDÓ de la infame "Misión Cumplida" de George W. Bush en el 2003.

Irak iba a ser una obra maestra del esfuerzo de Washington para rehacer el Medio Oriente. Era la fruta madura en el esfuerzo para establecer un resucitado imperio americano--el primer paso hacia la anulación del régimen sirio y para enfrentarse militarmente contra Irán, que se vio rodeado al este por Irak y al oeste por Afganistán.

Pero en cambio, Irak es un estado cliente inestable, en el mejor de los casos. Los principales rivales de Maliki por influencia política, el clérigo chiíta Muqtada al-Sadr y Ahmed Chalabi, ex favorito de los neoconservadores, ambos miran hacia Irán por apoyo político. Maliki también ha tenido buen cuidado de fomentar sus relaciones con su vecino, recibiendo el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, en una visita que dejó a Washington humeante.

Estados Unidos todavía espera llegar a un acuerdo con Maliki para mantener unos pocos miles de asesores militares entrenando a las tropas iraquíes en el uso del equipo militar norteamericano. Pero eso sería sólo una sombra de la huella que EE.UU. una vez esperó dejar en Irak.

Ahora Washington tendrá que torear con Teherán por influencia en Bagdad--y ya está claro que Irán tiene la sartén por el mango. Es por eso que la administración Obama precedió el anuncio de la retirada de las tropas de Irak con una fuerte, pero altamente dudosa acusación de que agentes iraníes estaban conspirando para asesinar al embajador saudí en Estados Unidos. El mensaje: EE.UU. podrá salir de Irak, pero va a continuar su yugo sobre Irán.

La salida de las tropas estadounidenses de Irak no será seguida por una liquidación comercial de sus activos militares. Como el periodista Nick Turse reportó en TomDispatch.com:

El año pasado, el Washington Post informó que EE.UU. había desplegado fuerzas especiales en 75 países, desde Sudamérica hasta Asia Central. Recientemente, sin embargo, el portavoz del Comando de Operaciones Especiales de EE.UU., Coronel Tim Nye, me dijo que en cualquier día dado, las tropas de elite de Estados Unidos operan en unos 70 países, y que el total de países para el fin de año sería de alrededor de 120.

Estas fuerzas están involucradas en una serie de misiones, de los Húsares del Ejército involucrados en combate convencional en Afganistán, al equipo SEAL de la Marina que asesinó a Osama bin Laden en Pakistán, a los instructores del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y la Marina dentro del Comando de Operaciones Especiales de EE.UU. trabajando mundialmente desde la República Dominicana hasta Yemen.

Ese es un buen resumen del imperialismo americano, al estilo Obama: ignorar las leyes de EE.UU. e internacionales para lanzar una guerra aérea sobre Libia y asesinar a "combatientes enemigos", incluyendo ciudadanos estadounidenses.

En lugar de arrasadoras y carísimas invasiones y ocupaciones, la nueva doctrina militar exige entretejer agentes de las Fuerzas Especiales y de la CIA en operaciones militares en decenas de países en todo el mundo. Y en lugar de la reducida "coalición de los dispuestos" de Bush en Irak, Obama está creando alianzas militares como una cubierta para el tipo de acción que EE.UU. quiere ver--como arrastrar a la OTAN para que financiara la intervención en Libia, y fortalecer los lazos militares con los rivales de China en Asia.

Bajo este plan, la gran guerra en Irak--y espera Washington que eventualmente en Afganistán también--terminará, cediendo paso a un sinnúmero de conflictos de baja intensidad en los que EE.UU. actuará como proveedor de armas y asesores. Los grandes sueños imperiales de febrero del 2003 pueden haber desaparecido. Pero el imperialismo estadounidense sigue siendo tan mortal como siempre.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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