Los perros falderos del poder
Los medios de comunicación establecidos no sólo hacen vista gorda al ataque sobre nuestros derechos y libertades civiles, sino que además llevan la voz cantante en justificar la represión estatal.
PARA LOS grandes nombres de los mayores medios de comunicación estadounidenses, ser vocero de aquellos en el poder es más importante que hacer el mínimo cuestionamiento acerca de la erosión de nuestros derechos y libertades civiles.
Así lo ha demostrado en relación a las fechorías cometidas por el aparato de seguridad nacional y la maquinaria de guerra norteamericanos expuestos por Edward Snowden y Chelsea Manning (previamente conocida como Bradley)--y la guerra que contra ellos ha sido desatada.
Numerosas figuras del periodismo reputado se han alineado para insultar no sólo a Snowden y Manning, sino también a los periódicos y sitios web que publican la información, frecuentemente con más veneno que los mismos altos mandos del Pentágono o de los servicios de inteligencia.
Esto nos alecciona acerca de la "mayor democracia del mundo". Las revelaciones de las atrocidades cometidas en la "guerra contra el terror" en Afganistán, Irak y otros lugares, y de los vastos programas de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), en nombre de "mantenernos seguros", han demostrado una vez más que, como Martin Luther King Jr. dijo hace casi medio siglo, el mayor proveedor de violencia y represión en el mundo es el gobierno estadounidense.
Además nos han dado evidencia fresca acerca de otra característica del establecimiento en Washington: los medios de comunicación que prometen ser devotos perros guardianes del público, poniendo bajo el más severo escrutinio las acciones del gobierno y haciendo rendir cuentas a los políticos, no son más que los perritos falderos del poder.
CADA SEMANA desde que Edward Snowden, con la ayuda del periodista Glenn Greenwald y la documentalista Laura Poitras, hizo público el espionaje de la NSA, una nueva pieza en la guerra contra nuestros derechos y libertades emerge; desde el alcance del espionaje gubernamental, a la cooperación de las empresas de telecomunicaciones y de Internet.
El escándalo ha causado indignación en EE.UU., pero la respuesta ha sido, sin duda, menos firme que con casos similares en países como Gran Bretaña y Alemania, en gran parte, por el hecho de que los medios de comunicación han dirigido sus críticas no al gobierno, sino a los delatores como Snowden.
El ex empleado contratista de la NSA ha dicho desde el principio que él cree que el público debe saber sobre el amplio alcance de los programas de espionaje del gobierno. Sin embargo, los periódicos y las redes noticiosas se han llenado de especulaciones calumniosas sobre sus motivos políticos, el tratamiento a su pareja cuando él se vio obligado a huir del país en lugar de ir a la cárcel, y mucho más.
En otras palabras: los medios han estado disparando al mensajero.
La respuesta "oficial" de los líderes políticos en Washington ha sido muda. Quedó en manos de un puñado de congresistas demócratas liberales, incluyendo los senadores Ron Wyden y Mark Udall, exigir respuestas de la Casa Blanca. A estos se les ha unido el ocasional republicano, más interesado en encontrar algo con que atacar a Obama que en cualquier otra cosa.
El murmuro de oposición oficial podría aumentar su volumen cuando el Congreso vuelva a sesionar. Pero mientras tanto, los líderes de ambos partidos están unidos en defender de espionaje interno. Según el Portavoz de la Cámara Baja, John Boehner, Snowden es un "traidor" que ha puesto en peligro vidas estadounidenses. La líder de la minoría demócrata Nancy Pelosi, por su parte, dice estar "preocupada" por el espionaje de la NSA, pero aun así fue parte de la mayoría que votó, en julio, contra una enmienda presentada por los representantes de Michigan, Justin Amash, republicano, y John Conyers, demócrata, para poner freno a la vigilancia gubernamental.
Sin embargo, los políticos han sido, en muchos casos, más suaves que los respetables periodistas.
Por ejemplo, a mediados de agosto, el corresponsal nacional de la revista Time, Michael Grunwald, trineo en su Twitter, "No puedo esperar a escribir la defensa del ataque aéreo que elimine a [el fundador de WikiLeaks] Julian Assange". Grunwald borró esto de su cuenta, pero no sin antes decir que lo lamentaba sólo porque "da a los partidarios de Assange un seguro complejo de persecución tras el cual ocultarse".
Así, en menos que 280 letras, el excelentemente "respetable" periodista Grunwald no sólo dio la venia al asesinato extrajudicial de alguien que ayudó a exponer los crímenes de guerra de Estados Unidos, sino además demostró qué tanto él y sus secuaces están subordinados a los intereses del gobierno.
Grunwald puede haber sido el más abiertamente repugnante, pero es sólo la cresta del témpano de un periodismo que activamente hace hurras por el arresto de Assange (como el Christian Science Monitor el año pasado), difama a Edward Snowden (como Bob Schieffer de Face the Nation), y acusa al columnista Glenn Greenwald de ser cómplice de Snowden (como David Gregory de Meet the Press). Y luego tienen el descaro de pretender "imparcialidad" periodística, e incluso "integridad".
Para los Grunwalds y Gregories, aquellos periodistas que cuestionan y desafían a aquellos en el poder y, de hecho, ven esto como una parte fundamental de su labor--como Glenn Greenwald--son una afrenta.
Supuestamente, Greenwald es sospechoso por atreverse a expresar una opinión. Pero, por supuesto, los "periodistas contra el periodismo"--así llamó David Sirota, de Salon.com, a la brigada Gregory--también expresan su opinión; sólo que ésta encaja perfectamente con aquella que domina los pasillos de Washington y, por lo tanto, es aceptada como parte del (no amenazante) estatus quo.
Los mismos medios instituidos que tan ansiosamente excluyen a Glenn Greenwald del "periodismo real" son los que atacan Chelsea Manning, atribuyendo su decisión de exponer los crímenes del imperialismo gringo a una "enfermedad mental", resultado de su "confundida" identidad de género.
Manning ha hecho mucho más, a un enorme costo personal, por exponer los crímenes del imperialismo que cualquiera de estos "periodistas contra el periodismo" nunca hará. Mas poniendo sal en la herida, algunos medios de comunicación se niegan ahora a utilizar su nombre o pronombres femeninos para referirse a Manning. Peor aún, en CNN, el invitado Richard Herman "bromeó" que Chelsea Manning tendría una "buena práctica" siendo una mujer en prisión, y el carroñero Fox & Friends utilizó la canción "Luce como una señorita" para introducir una nota sobre Chelsea Manning.
DE ACUERDO a la calaña de "periodistas" como el colaborador de CNN Jeffrey Toobin, la detención ilegal de nueve horas que la pareja de Glenn Greenwald, David Miranda, sufrió en el aeropuerto de Heathrow, estuvo perfectamente justificada, a pesar de que fue un claro intento de confiscar información entre dos periodistas, por parte del gobierno británico.
"Claro que sí", dijo Toobin a Anderson Cooper de CNN, cuando respondió a si pensaba que la detención de Miranda estaba justificada, y agregó, es "una mula. Le dieron algo--él no sabía qué--para pasar a alguien al otro extremo del aeropuerto. Nuestras cárceles están llenas de mulas de drogas".
Pero como Laura Poitras escribió en Der Spiegel acerca de este episodio, "Revelar la alianza secreta entre las agencias de espionaje y [la industria de] telecomunicaciones, confiada con las comunicaciones privadas de los ciudadanos, es periodismo, no terrorismo".
Que tal oración necesite del todo ser escrita muestra qué tan en peligro la libertad de prensa se encuentra, a veces a manos de aquellos que afirman ser periodistas.
Pero un ejemplo aún más extremo es el llamado "Más vigilancia, por favor", puesto en el título de una columna del Wall Street Journal de Gordon Crovitz. Argumentando que la NSA está "haciendo todo lo posible" para proteger la privacidad de los estadounidenses, Crovitz, ex editor del diario, escribió: "En el mundo de fantasía de los Manning y Snowden, EE.UU. está innecesariamente vigilando a terroristas, mientras conscientemente espía a los ciudadanos. En el mundo real, el riesgo mayor es que las reglas que protegen la privacidad podrían desalentar a las agencias de inteligencia de ser lo suficientemente agresivas como para detener el próximo Septiembre 11".
Así que nuestros derechos fundamentales--a la privacidad, a no ser espiados por nuestro propio gobierno--necesitan ser sacrificado para detener el "terrorismo", según Crovitz, y el público ni siquiera debería tener el derecho a saberlo.
Todo esto acontece mientras la administración Obama aumenta sus ataques contra los periodistas--por ejemplo, declarando a James Rosen de Fox News un "co-conspirador" en el caso del contratista del Departamento de Estado, Stephen Jin-Woo Kim, que fue acusado de filtrar información sobre Corea del Norte. En otro caso, el Departamento de Justicia intervino los teléfonos de la agencia Associated Press, en un intento de encontrar la fuente de una historia; un escandaloso ataque a la libertad de prensa.
Algunos comentaristas han argumentado que esta virulencia contra los periodistas como Greenwald es sólo una tensión entre los "nuevos" y los "antiguos" medios: periodistas tradicionales, como la prensa diaria, supuestamente dejan su política en la puerta, mientras que el nuevo reportero, bloguero, utiliza su plataforma en la Internet no sólo para reportar la noticia, sino además para hacerse parte en ella.
Pero la supuesta imparcialidad del "antiguo" periodismo siempre fue un mito; algo involuntariamente subrayado por el risible lema de Fox News, "justo y equilibrado". Para los periodistas que se elevan a las alturas de los medios en Washington, la presión de sus editores y publicadores, tanto como de la élite que cubren, es a ser un taquígrafo para aquellos en el poder.
Nosotros en SocialistWorker.org nos sentimos orgullosos de estar junto a Chelsea Manning, Edward Snowden y Glenn Greenwald, y muy lejos de esos perros falderos. Estamos orgullosos de tomar una posición--y despreciamos a los medios que fingen indignación ante la diminuta ropa de Miley Cyrus en los MTV Video Music Awards, mientras ignoran el enorme ataque sobre nuestros derechos y libertades civiles.
Traducido por Orlando Sepúlveda