La austeridad ganó otra vez
En el último minuto, el Congreso aprobó una legislación para financiar al gobierno y elevar el techo de la deuda...y para hacer devastadores recortes en el gasto público.
BARACK OBAMA y el Partido Democrático celebran porque metieron un gol... en el arco equivocado.
Los demócratas ganaron una victoria política sobre una tambaleante derecha en la Cámara Baja, después de que los republicanos tuvieron que renunciar a la mayor parte de lo que exigían para financiar el gobierno y elevar el techo de deuda.
Pero aunque los medios de comunicación, en gran medida, lo omitan, el plan presupuestario que ambos partidos acordaron fue primero introducido por el Partido Republicano.
Así el establecimiento político en Washington pone candado a un nivel de financiamiento gubernamental drásticamente inferior a lo que la Casa Blanca buscaba, y mucho más cercano a lo que Tea Party proponía.
EL CIERRE del gobierno comenzó a principios de octubre cuando los republicanos de la Cámara Baja, alentados por el fervor de sus miembros más conservadores, se negaron a aprobar una "resolución de continuidad" para financiar las operaciones del gobierno, a menos que fuera incluida una cláusula para retrasar o desfinanciar el Acta del Cuidado a la Salud Asequible, la reforma de la salud de Barack Obama.
Pronto, el ataque a "Obamacare" fue olvidado. A comienzos de la semana pasada, los demócratas y los republicanos aún tenían algunas diferencias, pero principalmente acerca de qué tan lejos patear el tarro antes de votar para financiar al gobierno y elevar el techo de la deuda.
Al final, los cambios a la ley de salud fueron menores, y eventualmente, los republicanos tuvieron que admitir su derrota en destruir la ley de salud.
Sin embargo, desapercibido por los medios de comunicación sesgados por el ardor partidista quedó el gran consenso bipartidista para recortar el gasto federal.
Como el Centro para el Progreso Americano mostró en un artículo destinado a demostrar lo razonable que los demócratas han sido, la "resolución de continuidad" del Senado establece un gasto discrecional para el año fiscal 2014 de $986 mil millones, una reducción del 7 por ciento del presupuesto que el Senado aprobó hace sólo seis meses.
Aún más, cuando Obama asumió el cargo en 2009, el presupuesto del primer año preveía un gasto discrecional de 1,203 billones dólares para 2014. Con respecto a este, la resolución de continuidad del Senado representa un recorte de casi 18 por ciento.
Y todavía más, después de que la derecha obtuvo la mayoría de la Cámara Baja en las elecciones de 2010, el nuevo moderador del Comité de Presupuesto, el republicano Paul Ryan, propuso un gasto discrecional de 1,095 billones de dólares para 2014. El plan fue denunciado por los demócratas por sus destructivos recortes, sin embargo, la propuesta de Ryan fue casi 10 por ciento más de lo que los senadores demócratas ofrecieron para re-abrir el gobierno.
Mucha gente común, no sólo las organizaciones liberales alineadas a los demócratas, como el Centro para el Progreso Americano, celebra el fin del cierre del gobierno como una victoria sobre la odiosa derecha.
Pero el acuerdo no es una victoria para nuestro lado. El acuerdo final representa otro gran paso por el camino de la austeridad y un nuevo golpe a las condiciones de vida de la clase obrera.
VALE LA pena señalar que tomó la amenaza de un default de la deuda nacional –con desconocidas, pero consecuencias catastróficas seguras para el sistema financiero mundial--para deshacer el atolladero en que la elite de la "mayor democracia del mundo" nos metió a todos.
Los republicanos estuvieron dispuestos a dejar el gobierno cerrara indefinidamente, a despecho de los deseos de la gran mayoría del público. Sólo ante la alarma de la deuda federal, en especial por parte de Wall Street y las corporaciones, los republicanos de la Cámara Baja abandonaron su obsesión con la ley de salud de Obama.
Ante la opinión pública, los republicanos fueron los responsables del cierre y la debacle del techo de deuda. Tres cuartos de la población desaprueba la forma en que el Partido Republicano manejó la crisis, según la última encuesta de ABC News/Washington Post, es decir, una parte importante de su propia base está harta de ellos.
Pero los congresistas republicanos están acostumbrados a bajísimos índices de popularidad entre el público en general. Lo que inquieta a algunos de sus ideólogos es la creciente ira de la clase dominante, cuyos intereses el GOP existe para servir. El New York Times informó la semana pasada que "varios funcionarios de las asociaciones de comercio advirtieron... que estaban considerando emprender campañas primarias contra los legisladores republicanos que diseñaron el estancamiento político en Washington".
Eso puede ser más una amenaza que un plan real para las elecciones de 2014, pero ciertamente ejemplifica la exasperación de la patronal con su partido favorito.
Desacreditados como están, incluso a los ojos de las grandes empresas, los republicanos y el Tea Party han desempeñado un papel de innegable importancia en llevar cabo la austeridad del sector público como parte de la ofensiva general de la clase dominante.
Con cada frenética propuesta para recortar el presupuesto federal, bajar los impuestos, cerrar el Departamento de Educación, o derogar de la ley de salud de Obama, los republicanos jalan a los políticos moderados hacia la derecha. No sólo la base derechista del Partido Republicano es activada, sino que también la supuesta ala "moderada" es silenciada.
Mientras tanto, los demócratas se hacen pasar por "responsables" buscadores de compromisos, para finalmente abrazar políticas cercanas a aquella con que la extrema derecha había comenzado.
En momentos de confrontación partidista como este, pareciera que demócratas y republicanos son diametralmente opuestos. Pero, en realidad, comparten un compromiso común para defender y promover los intereses de la patronal y de Wall Street, al mismo tiempo que demandar sacrificios cada vez más austeros del resto de nosotros.
¿Cómo romper este círculo vicioso? A veces, muchos tienen la esperanza de que los demócratas pudieran frenar estos ataques, si sólo mostraran un poco valor en enfrentar a los republicanos. Sin embargo, en el caso del cierre, el liderazgo demócrata se mantuvo firme y se negó a ceder al chantaje republicano. El problema radica en que el suelo en que los demócratas se plantaron en primer lugar representa nuevos y más drásticos recortes a los programas en que los trabajadores dependen.
La victoria demócrata fue un gol contra el pueblo trabajador. Cuando la contienda con los republicanos sobre el presupuesto federal comience otra vez, seguirán pateando al arco. Y con cada gol que hagan celebrarán lo bueno que son para anotar.
Pero estarán tirando contra el arco obrero. Y necesitan ser tacleados antes de que sigan anotando goles para los patrones y los ricos.
Traducido por Orlando Sepúlveda