De la austeridad a la acción

July 1, 2011

Hoy, el centro de la lucha contra la austeridad es Grecia, donde una huelga general de 48 horas y masivas protestas sacudieron el país--mientras el parlamento votaba aún más profundos recortes.

EN TODOS los continentes, y 1en muchos idiomas, los líderes políticos del mundo y la burguesía que ellos representan tienen un mismo mensaje para la gente trabajadora: Tendréis que vivir con mucho menos, y punto.

Pero desde el comienzo de este año, en muchas plazas públicas del mundo--Syntagma de Atenas, del Sol en Madrid y Tahrir en El Cairo e incluso la del Capitolio en Madison, Wisconsin--una sola ha sido la respuesta de la clase obrera: ¡No!

Cada una de estas luchas ha tenido altas y bajas, victorias y reveses. Cuando millones de egipcios celebraron la caída del dictador Mubarak en febrero, esperando el fin de la represión y del neoliberalismo, Grecia parecía estar en calma. Ahora que millones se movilizan en Atenas y otras ciudades griegas, la batalla en Wisconsin está pasando por un momento difícil.

Pero en su conjunto, todas estas luchas han hecho del 2011 un año de resistencia: trayendo millones de personas a la actividad política por primera vez, reconstituyendo y dando nueva vida a las organizaciones y la política de la clase obrera, y poniendo de relieve la necesidad de fortalecer la izquierda y la alternativa socialista, internacionalmente.

Protesters continue their struggle against austerity in Athens' Syntagma Square

EL CENTRO de la lucha al inició de la segunda mitad del año 2011 es Grecia.

El gobierno del social-demócrata PASOK trabaja arduamente, con burócratas europeos no electos y del Fondo Monetario Internacional, para imponer una segunda ronda de austeridad puesta a votación en el parlamento el día 29 de junio. La primera ocurrió el año pasado e incluyó un aumento de impuestos y una reducción salarios y servicios sociales--para los de abajo.

Los gobiernos europeos están aumentando la presión para que Grecia apruebe el paquete de austeridad por temor a que incluso un incumplimiento parcial de sus $471 mil millones en deuda cree un efecto dominó en el sistema bancario del continente. Algunos bancos tendrían que amortizar el valor de los préstamos griegos en sus libros, obligándoles a restringir el crédito, o incluso a la quiebra. Otros se tendrían que pagar decenas de miles de millones de dólares en complicados seguros que serían activados por el incumplimiento griego.

Para los banqueros y los políticos que controlan, la respuesta a la crisis es evidente: Que paguen los trabajadores, y que paguen hasta resolver los problemas de los capitalistas, y luego más.

El primer ministro griego, George Papandreou, y su partido PASOK piensan que pueden salirse con la suya porque el año pasado lograron imponer drásticas medidas de austeridad, a pesar de varias huelgas generales de un día y de incontables protestas, a cambio de un rescate económico de $157 mil millones por parte de las instituciones financieras europeas.

Pero ese dinero rescató al sistema financiero, no a los trabajadores griego, quienes vieron su nivel de vida drásticamente reducido. Si el año pasado el argumento del gobierno--que las medidas eran necesarias--convenció a muchos, este año la historia es otra, como Panos Petrou, del grupo socialista Trabajadores Internacionalistas de Izquierda, señaló en una entrevista con SocialistWorker.org.

Esta actitud ha cambiado con el tiempo. En primer lugar, se hizo evidente que los ricos no pagarían un solo centavo, y este sentimiento de injusticia ha alimentado la ira de clase. Luego vino la realización de que los cortes seguirán viniendo a menos de que actuemos. Incontables veces, el titular de Hacienda aseguró al público que no habría más sacrificios. Pero nuevas medidas de austeridad seguían viniendo.

La austeridad, supuestamente, estimularía la economía griega bajando el costo laboral. Pero en cambio, los cortes sólo han puesto la economía griega en una espiral descendente, mientras la deuda sigue aumentando. El monto de la deuda griega podría alcanzar $500 miles de millones en el 2015--lo que significaría que un porcentaje cada vez mayor de la producción económica griega iría a parar en las arcas de los bancos.

Pero luego de un año de sufrimiento, los trabajadores griegos han tenido suficiente. Ahora, las protestas del movimiento obrero se llevan a cabo en medio de un masivo movimiento popular, el de los aganaktismenoi (indignados, en griego), que están ocupando la plaza Syntagma fuera del edificio del parlamento y otros lugares públicos en todo el país.

Los manifestantes griegos se inspiraron en los masivos campamentos en las plazas de España, encabezados por los "indignados"--jóvenes harto de la alta tasa de desempleo juvenil y de los recortes a los servicios sociales. Éstas fueron así mismo modeladas en la ocupación de la Plaza Tahrir de El Cairo--el símbolo del movimiento que derrocó a Hosni Mubarak. La lucha en Tahrir también tuvo un eco en Estados Unidos, cuando cientos de miles de trabajadores y sus aliados protestaron en Wisconsin durante la mayor parte del invierno pasado en contra de una legislación antisindical.

Y estas son sólo las más recientes y dramáticas manifestaciones de la resistencia. En Islandia, después de meses de protestas, los votantes rechazaron en un referéndum en abril la propuesta del gobierno de pagar $4,8 miles de millones a bancos británicos y holandeses para cubrir el costo de esos países en un plan de rescate a los bancos islandeses. En noviembre pasado, Portugal vio la mayor huelga general desde la revolución de 1974-75. Unas semanas más tarde, Gran Bretaña vio las mayores protestas estudiantiles de las últimas décadas, y para el 30 de junio está programada una huelga de un día de tres cuartos de millón de trabajadores del sector público.

Así, la batalla por la austeridad se ha hecho global, al igual que la crisis financiera y la recesión que la hizo la orden del día.

Para rescatar bancos y corporaciones de todo tipo, los gobiernos del mundo han puesto en las manos de ejecutivos y millonarios miles de millones de dólares. Ahora, estos gobiernos están decididos a hacer a los trabajadores pagar por esos rescates con salarios más bajos, impuestos más altos, jubilaciones tardías, y menos y más caros cuidado de la salud y educación.


LA CAMPAÑA contra la austeridad, tan poderosa como ha sido, no ha sido capaz de revertir la marea. En Francia, por ejemplo, el año pasado una serie de huelgas y protestas masivas--la más extensa desde la huelga general de 1968--no pudo detener el aumento de la edad de jubilación.

Esto muestra qué tan determinada está la clase capitalista en imponer sus planes, a pesar de la resistencia de las masas. Y cuentan para ello con la servicial ayuda de los políticos--desde los conservadores como el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el primer ministro británico, David Cameron, a los "socialistas" como el primer ministro español José Luis Rodríguez Zapatero y el griego George Papandreou.

"Cuando entré en esta crisis, dije que mi objetivo básico en esta posición era salvar y reformar Grecia", Papandreou dijo el año pasado, "y no me importa si no soy re-electo". En otras palabras, dado a lo que está en juego para el gran capital, va a tomar un nivel de lucha mucho más alto para derrotar la agenda de la austeridad.

Pero los trabajadores griegos son cada vez más conscientes de ello, y han aumentado la presión. La huelga general de 48 horas, tanto en el sector público como privado, del 28 y 29 de junio marca una nueva etapa en la lucha.

La austeridad está modificando la política en EE.UU. también, aunque a un ritmo diferente. Pero la racional es la misma: los trabajadores del sector público y los jubilados supuestamente están "viviendo la buena vida a costa de los contribuyentes" y drenando del erario público con "pensiones y beneficios chapados en oro". Mientras la austeridad europea está siendo dirigida por una camarilla de banqueros y burócratas no electos, sus homólogos estadounidenses son una alianza bipartidista, demócratas y republicanos listos a cortar el gasto social y mermar los derechos laborales del sector público.

La lucha en EE.UU. es mucho menor que la europea, y aún menor comparada con las rebeliones y revoluciones en el Medio Oriente. Pero la resistencia ha comenzado.

La movilización de los trabajadores y estudiantes en Wisconsin el pasado mes de febrero y marzo fue una de las mayores en la historia reciente del país, y la ola de acciones anti-recortes en todo el país desde entonces, aunque más pequeñas, apuntan a posibilidad de una permanente campaña en defensa de los servicios públicos y de los trabajadores que los prestan.

La construcción de la resistencia requiere paciente y continuamente organizar entre las grandes protestas. La clase obrera en EE.UU., como en Europa, ve cómo los partidos políticos que tradicionalmente han apoyado están llevando a cabo estos ataques, o hacen nada para detenerlos.

Pero la lucha en Europa de los últimos meses también ha mostrado cómo pequeñas luchas pueden impredeciblemente transformarse en unas mayores. La lección crucial para los que quieran ver esas luchas tener éxito es estar preparado para avanzarlas, cuando la oportunidad surge.

Por su parte, los sindicatos, acostumbrados a acuerdos con los empleadores y supuestos aliados políticos, enfrentan ahora una clase capitalista que ha subido la presión exponencialmente. Y aunque en Europa han estado más dispuestos a movilizar que en EE.UU., los líderes laborales aún no enfrentan la realidad de que los empleadores salieron a destripar el poder del movimiento obrero, en todo el mundo.

Es por eso que es importante construir la izquierda en la lucha contra la austeridad. Para encontrar nueva vida como organizaciones de lucha, los sindicatos necesitarán redes de militantes organizados para construir la lucha sobre la arena.

Ya sea en EE.UU., Europa o en cualquier otra parte del mundo, la política del establecimiento sólo ofrece una selección de recortes a aceptar. El caso por la alternativa--una sociedad socialista basada en la democracia obrera y en la satisfacción de necesidades humanas--encontrará una creciente audiencia entre aquellos en la nueva resistencia.

Traducido por Orlando Sepúlveda

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